La transparencia es un valor transversal de la sociedad, y representa, sin duda, uno de los nuevos valores llamados a encauzar, en el siglo XXI, la implementación y mejora de la calidad de nuestro “Estado Social y Democrático de Derecho”, tan necesario en estos momentos del país.
Y es muy importante, porque algunas personas dicen que “La transparencia ya no está de moda”. La primera puntualización, la transparencia no ha sido y no es una moda, es un valor fundamental en todo estado democrático, un valor del que no se puede prescindir. La segunda, la transparencia se proyecta en diferentes dimensiones de la actividad pública, dimensiones que pueden reconducirse básicamente a tres y de allí, su importancia.
El primero, el valor legal. Porque, no nos olvidemos, ser transparente no es una opción para las administraciones públicas, es una obligación legal. Son múltiples las normas que contemplan deberes legales de transparencia, y múltiples son también los incumplimientos. Pero no todas las administraciones públicas incumplen, podría decirse que los niveles de transparencia son (muy) asimétricos, y frente a administraciones ejemplares se encuentran auténticos pozos de oscuridad.
El segundo, el valor reputacional. Decía Louis Brandeis que “La luz del sol es el mejor desinfectante”. La falta de transparencia supone un grave problema para la gestión pública, porque genera desconfianza, y la falta de confianza representa un grave riesgo en términos de reputación institucional. Algo que el sector privado cuida tanto y que en el sector público prácticamente se ignora, cuando todavía presenta mayor relevancia, pues se conecta directamente con la legitimidad democrática, con que la ciudadanía se sienta representada. Y no sólo ello, la opacidad, la falta de información, la desconfianza también se mide en términos económicos, pues genera espacios para la corrupción y para las ineficiencias en la asignación del gasto público.
Y precisamente por esa razón, en tercer y último lugar, el valor instrumental de la transparencia. Directamente ligado con la eficiencia y la eficacia en la gestión pública. Directamente vinculado con el buen gobierno y la buena administración, porque la falta de transparencia, por ejemplo, en la contratación pública tiene un elevado costo. Ahora pensemos en los bienes y servicios públicos, en los hospitales que no se construyen, en las escuelas sin medios para una educación pública de calidad, por la pérdida de esos recursos.
La transparencia no solo ofrece mayor seguridad jurídica para los operadores, para los interlocutores con el sector público, sino que también genera confianza en la ciudadanía, y contribuye a una mayor calidad de los servicios públicos.
En el MUNICIPIO QUE NOS MERECEMOS, tenemos que tener una administración transparente, lo cual redundara en eficiencia y eficacia, y sobre todo en una mejor visión de los ciudadanos. Recuperar la credibilidad es el norte, en este blog se planteó en otro post una Propuesta de Ordenanza de Transparencia y Acceso a la Información, es la forma correcta de hacer las cosas. Porque como decía Jeremy Betham “Cuanto más te observo mejor te comportas”, el comportamiento de la administración pública debe ser transparente y ejemplar. Efectivamente, la transparencia ya no está de moda, y no lo está porque nunca ha sido una moda, porque el valor de la transparencia es que es un pilar fundamental de la democracia, la que debemos obligatoriamente recuperar.
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