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Foto del escritorAngel Contreras

CALLES SIN NOMBRES, VIGÍENSES SIN IDENTIDAD

Para ubicarnos en el espacio, las personas necesitamos puntos de referencia concretos y significativos con los que ubicar el mundo físico. Las calles y sus nombres ejercen este papel, son referencias que permiten concretar mentalmente la ciudad y orientarse en ella. Sin embargo, además de orientar en el espacio, el catálogo urbano posibilita también una orientación simbólica y de identidad. Es decir, sienta unas coordenadas simbólicas y semánticas que sitúan al ciudadano en un marco ideológico particular y le aporta identidad a la ciudad. Es por eso, que las calles de nuestras ciudades son mucho más que un espacio para el tránsito. Son recintos de vida. Son marcos y registros del complejo acontecer ciudadano. En las calles transcurre la historia de la ciudad y el desarrollo de esta. Pero más allá, la historia de la ciudad se condensa y se conmemora en sus calles. Los nombres de estas calles escriben un índice histórico propio, cuyo estudio tiene el máximo interés para la comprensión del pasado y de la identidad de la ciudad. Al nombrar una calle se produce un “desplazamiento semántico”, se recubre con un significado novedoso un lugar físico que en sí mismo no tiene significación simbólica alguna. Desde el momento en que se impone, por ejemplo, el nombre de un personaje histórico a una vía, el lugar físico queda vinculado a la dicha figura histórica, le refiere y la hace presente. Se ha convertido en un lugar de memoria para todos. De este modo, el espacio urbano, por sí mismo neutro, llega a ser una red de referencias y evocaciones, y gana así profundidad, color e interés, e identidad. Al no tener nombres nuestras calles, nos hace carecer de una identidad propia, de nuestro sentir y nuestra historia, dificultando así, la formación de quienes nos sucederán en el quehacer diario de nuestra historia y de quienes deberán por naturaleza asumir cargos o desarrollar una función para el progreso de nuestra ciudad, pero también existe la posibilidad como es ya el caso de importar nombres que desvirtúan el quiénes somos y para donde vamos, o simplemente no tienen vínculo alguno con nuestra ciudad y nuestra historia, como es el caso del Elevado Robert Serra donde es un foráneo que no identifica el ser vigíense o nuestra idiosincrasia. El municipio que nos merecemos, es un espacio donde la identidad, la historia y nuestras características deben ser resaltadas. …”es que en el Vigía, nadie viene a disfrutar del clima…”, porque esta tierra es de trabajo y esfuerzo diario, de hombres y mujeres que han dejado huella en la historia de la zona Sur del Lago, con méritos políticos, sociales, económicos, deportivos y hasta religiosos, que nos hacen sentir orgullo de quienes somos, legado que deben entender nuestros hijos y ejemplo a seguir. Nuestras calles y monumentos hablan y aunque no lo percibamos, están dejando huellas en el imaginario social de los ciudadanos de hoy y del mañana. En un país lleno de discriminación, racismo y desigualdad, el cambio de nombre de un elevado puede ser más que una simple modificación. Tal vez en algunos meses ya estemos acostumbrados a decir Elevado Alejandro Gutiérrez, y probablemente en unos años más, los niños y niñas de esta ciudad encuentren el nombre cotidiano, con el sentir del primer Economista Vigíense en estar en la Academia Nacional de las Ciencias Económicas. Y es que así, poquito a poquito, los monumentos y calles de nuestra ciudad pueden en realidad hablarnos de lo diverso que somos, de los muchos nombres y personajes diferentes que tenemos por enorgullecernos y así finalmente lograr que esa diversidad que nos confiere nuestra ubicación privilegiada, también sea motivo de realzar desde el punto de vista histórico.



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