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Foto del escritorAngel Contreras

EL RUIDO I

Desde tiempos remotos, ya algunas sociedades se habían percatado de que el ruido produce sordera y otro tipo de trastornos: por ejemplo los sibaritas, 600 años antes de nuestra era, prohibían el martillado de metales dentro de sus centros poblados. Como vemos, el ruido ha existido desde la antigüedad, pero es a partir del siglo XIX, como consecuencia de la Revolución Industrial, del desarrollo de nuevos medios de transporte y del crecimiento de las ciudades, cuando comienza a aparecer el problema de la contaminación acústica urbana y con ello una múltiple fuente de trastornos con efectos fisiológicos, psicológicos, económicos, culturales y sociales, actualmente subestimados o ignorados. El daño más evidente es la sordera, pero en realidad el espectro de sus consecuencias patológicas es mucho más amplio: interfiere la comunicación oral; el diálogo por encima de los 65 dB ya exige un sobreesfuerzo auditivo; induce indiferencia e insensibilidad hacia lo que ocurra en nuestro entorno, y contribuye a consolidar el peculiar aislamiento de los habitantes urbanos a zonas residenciales distantes. Además perturba el sueño, desde niveles tan bajos como 35 dB; a 70 dB hay un 30% de posibilidades de que la gente despierte, y un 70% de que se presenten alteraciones en sus señales electroencefalograficas; por ello el descanso y sueño profundo no es completo cuando se duerme con ruido. Por ello, el abanico de los perjuicios inducidos por el ruido es amplio, pero la mirada de la ley es miope; las legislaciones actuales que regulan la exposición al ruido solo consideran los daños de tipo auditivo, pues los de tipo fisiológico o psicológico ocurren a niveles menores de 90 dB, Esto, por la realidad citadina, no es ninguna garantía para el correcto desarrollo y calidad de vida del ciudadano y su crecimiento a metas más trascendentales en la sociedad.

En el Municipio que nos merecemos, si deseamos solucionar el problema, deberemos concentrar nuestra atención en las fuentes que la originan. Tal como ocurre con otros tipos de contaminación como los vertidos, efluentes y residuos, en el caso del ruido la principal fuente generadora son los vehículos y los equipos de sonido de comercios, sin regulación. Como sabemos, el mayor porcentaje de los automóviles que circulan en el municipio son de tipo privado, pero apenas transportan una pequeña fracción de los viajeros urbanos. En cambio, la fracción de automotores dedicados al transporte colectivo, pese a ser pequeña, transporta al grueso de quienes recorren a diario nuestra ciudad. De ahí que para solucionar el problema del ruido urbano hay que transformar de manera drástica nuestro sistema de transporte, lo cual involucra: diseños de vías y rutas; modernización de vehículos, paradas y señalética urbana, seguridad y confort, entre otros. Hay que equilibrar los beneficios de particulares, que produce el transporte automotor, respecto a la dimensión de catástrofe con tintes de infierno en lo que se han vuelto la vida en nuestras avenidas y calles por falta de criterios urbanos sostenibles.

Publicado en el Diario Los Andes de El Vigía el día Martes 27 de Diciembre del 2016 Pág. 06



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