La preocupación por la ciudad como productora de delito y de inseguridad se remonta a las teorías ecológicas desarrolladas por la Escuela de Chicago, en los años veinte del siglo pasado. Entonces surgieron estudios en torno al concepto de desorganización social, en relación con el fenómeno migratorio y otros elementos más. Dentro de la prevención situacional se encuentra el énfasis en el diseño arquitectónico y la seguridad con la idea de incentivar la vigilancia natural y evitar la formación de guetos (pandillas o delincuencia organizada). La obra clásica de dicha corriente de prevención situacional es la del arquitecto OskarNewman en 1972, quien trabajaba para el Departamento de Viviendas Públicas de Nueva York. En dicho año Newman, se refirió al concepto de “espacio defendible” y, posteriormente, enfatizó su relación con la cohesión social, de igual mente años después enfatizó la importancia de los controles informales inclusivos, a través de su expresión “ojos en las calles”, que más tarde se relacionó con la polémica teoría de las ventanas rotas. La Criminología clásica, tradicionalmente dedicó su esfuerzo a profundizar en el estudio de la criminalidad desde una perspectiva etiológica que trató de identificar los factores que explican por qué un individuo se convierte en criminal. Sin embargo, a lo largo de los últimos 100 años se ha ido fortaleciendo un conjunto de modelo teórico que han dado pie a un importante número de teorías criminológicas encuadradas en la categoría de la denominada Criminología ambiental, que no se interesan tanto por explicar la dimensión individual del hecho delictivo, sino que se centran en valorar el nexo entre la condición de vida urbana y la delincuencia. En el Municipio Alberto Adriani, las condiciones aplicadas a este flagelo desde el punto de vista de criminología ambiental, son innumerables, dada a la falta de un mobiliario urbano, poca o nula iluminación de calles y avenidas, arbolado urbano con mantenimiento no organizado y algunos otros elementos de la trama vial urbana, hacen un perfecto caldo de cultivo para la delincuencia, apartando la crisis nacional económica, que es el factor más influyente en este problema nacional.
En EL MUNICIPIO QUE NOS MERECEMOS, se debe abordar con criterio arquitectónico, urbanístico y paisajístico humanizado, aquellos lugares íconos de la ciudad donde se cometen los delitos; desarrollar una ordenanza para la recuperación y catastro municipal de los espacios públicos; y en especial, marcar la pauta en eficiencia para que los demás servicios públicos conexos como Aseo urbano, iluminaria pública y ordenamiento territorial de las actividades, contribuyan en la minimización de los delitos que a diario ocurren en nuestro municipio.
En el municipio que nos merecemos, contribuimos con las políticas públicas necesarias para disminuir los delitos. Eso, es lo que nos merecemos.
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