“No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socioambiental. Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza” (LS, 139). Esta frase del Papa Francisco resume el eje central del capítulo cuarto de su encíclica “Laudato Si”. Las crisis que actualmente padecemos no son solamente medioambientales o económicas o sociales sino todas juntas. Porque todo está “íntimamente relacionado” (LS, 137), El Papa nos describe los rasgos principales de una ecología integral e integradora que expresa esa íntima interconexión.
Ecología ambiental: Esta ecología la define el Papa, “estudia las relaciones entre los organismos vivientes y el ambiente donde se desarrollan” (LS, 138). Estas relaciones son tan profundas y conforman una red medioambiental tan rica que su deterioro y destrucción suponen nuestra propia ruina. Como dice Francisco, estamos incluidos, somos parte, y estamos interpenetrados en el medio ambiente (LS, 139).
La ecología económica, como parte de un desarrollo auténticamente humano y ambiental, deberá basarse y reflejar, por tanto, dicha interacción y relación “entre los ecosistemas y entre los diversos mundos de referencia social” (LS, 141).
Es por esto que la ecología económica va necesariamente unida a la ecología social o institucional. Según el Papa Francisco, es la ecología de las relaciones humanas “y alcanza progresivamente las distintas dimensiones que van desde el grupo social primario, la familia, pasando por la comunidad local y la nación, hasta la vida internacional” (LS, 142).
Tan catastrófica es la desaparición de especies animales y vegetales como la pérdida de culturas y comunidades locales. En contraposición a una visión consumista del hombre y del mundo que “tiende a homogeneizar las culturas y a debilitar la inmensa variedad cultural” (LS, 144), Francisco nos recuerda que “junto con el patrimonio natural, hay un patrimonio histórico, artístico y cultural, igualmente amenazado. Como parte de la identidad común de un lugar y (…) base para construir una ciudad habitable” tenemos la obligación de preservar el tesoro cultural de cada tradición local (LS, 143). Esta es la llamada ecología cultural.
Parte esencial de la ecología integral “implica analizar el espacio donde transcurre la existencia de las personas… dado los escenarios que nos rodean influyen en nuestro modo de ver la vida, de sentir y de actuar” (LS, 147). Esto es lo que el Papa Francisco llama la ecología de la vida cotidiana: “Hace falta cuidar los lugares comunes, los marcos visuales y los hitos urbanos que acrecientan nuestro sentido de pertenencia, nuestra sensación de arraigo, nuestro sentimiento de “estar en casa” dentro de la ciudad que nos contiene y nos une” (LS, 151).
Centro y unión de estas distintas ecologías que conforman una ecología integral y humana se encuentra el principio del bien común. El bien común son el “conjunto de condiciones de la vida social” que ayudan a todo grupo y a cualquier persona humana a alcanzar su plenitud y perfección. Tres verbos a tener en cuenta, según el Papa: “El bien común presupone los derechos básicos e inalienables de la persona humana (…). El bien común también reclama el bienestar social y el desarrollo de los diversos grupos intermedios (…), especialmente la familia (…). Finalmente, el bien común requiere la paz social (…) y la práctica de la justicia distributiva (…) (LS, 157).
“La noción de bien común incorpora también a las generaciones futuras” (LS, 159). Según el Papa Francisco, solo alcanzaremos un desarrollo integral y sostenible si practicamos la justicia o solidaridad intergeneracional cuya lógica es “la del don gratuito que recibimos y comunicamos” (LS, 159). Nuestra dignidad y la de las generaciones que nos sucedan dependen de la seriedad con que nos tomemos este desafío intergeneracional.
Por eso, en el municipio que nos merecemos, debemos apuntar a ser mejores como ciudadanos, como creyentes y como seres integrales, garantizando un ambiente para las generaciones futuras y tratando de sortear nuestras diferencias (ideológicas) donde solo nos debe preocupar el bien común, que no quedemos en la historia como solo una deuda social, ambiental y económica, o como los aceleradores del Calentamiento Social que enfrentamos en nuestros tiempos.
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